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La Noche de la Cabra

Texto: Alejandro Arellano

Fotografías: OCESA / Lulú Urdapilleta

Dieron las 7 de la noche y México creyó que estaba listo para lo que se venía… Un evento único en su clase: era momento de alzar el puño y recordar que había una furiosa sensación de ausencia. 

Esa ausencia de ruido, de caos, de unión. Pasamos casi tres años sin conciertos y poco a poco recordamos cómo vivir estos momentos. El domo de cobre fue ahora el escenario perfecto para dejar salir esos sentimientos.

Y para iniciar de la forma más contundente e ir poniendo ambiente a caos, desde Kentucky se presentaba el Hardcore Punk puro de Knocked Loose, quienes iniciaban desgarrando las guitarras y poniendo en escena su gran maestría para hacerse notar mediante estridentes sonidos que invitaban al mosh pit. Deleitando con canciones de sus inicios, pasando por sus álbumes más recientes y tocando piezas de lo que se considera su obra maestra “A Tear in the Fabric of Life”. El ambiente estaba puesto, y aunque el audio dejó a desear, la sensación de que se acercaba una explosión se notaba en los asistentes.

En punto de las 8 de la noche, salieron a escena los australianos Parkway Drive, a mostrar porque, desde hace 20 años, siguen más vigentes que nunca con canciones que invitan a las masas a corear y a sacudir las cabezas al ritmo de sus riffs únicos. Winston McCall, con esa voz y presencia características, unió a las masas en un gran circle pit que duró por más de dos canciones. Los asistentes no se daban abasto con semejante actuación, coreando cada canción y haciendo vibrar el Palacio de los Deportes con los brincos que exigía el vocalista. No fue sino hasta el final, cuando todo el recinto coreó de manera unísona “Wild Eyes”, para deleite de los australianos, que se sentían abrumados con el público que, al igual que ellos, les entregó todo.

Llegaban pasadas las 10 de la noche, con un aforo increíble, con miles de personas impacientes tanto de pie como sentadas, que esperaban con ansias que comenzara a sonar el Groove de una de las mejores bandas del género desde Virginia: Lamb of God. Y como era de esperarse, pero sorprendiendo como siempre, no es extraño que el escenario se convierta en un aquelarre donde se siente una energía tan rebosante. Desde sus últimos álbumes hasta sus más grandes éxitos, la gente coreó y ovacionó al cordero de Dios, haciendo vibrar con el estruendo de sus voces y retumbar hasta sus cimientos al coloso de cobre. Un ir y venir de cuerpos, gritos desgarradores y una clase magistral de cómo llevar a la gente al límite… Lamb of God volvió a hacer lo que mejor hace, dejar un sabor de boca tan bueno, que la gente sigue saliendo con la sensación de haber presenciado un espectáculo digno de los Dioses del Metal.

Cuellos adoloridos, voces afónicas, piernas entumecidas… Todo parecía una escena de guerra, sin embargo, la satisfacción de haber vivido uno de los mejores eventos del año en la escena del metal, no le quita absolutamente nada. 

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