Texto: Akbal
Fotografías: Akbal
Si hay alguien que puede convertir una noche en toda una experiencia emocional, ese es Roberto Carlos. Y el pasado 10 de mayo lo demostró una vez más en la Arena CDMX, donde ofreció un concierto que fue puro amor, recuerdos y música que toca el alma. Justo en el Día de las Madres, el legendario cantante brasileño armó una velada perfecta para celebrar con las personas que más queremos.
Pasadas las 9 de la noche, las luces se apagaron y la emoción explotó. Una voz anunció su llegada y el público, que ya estaba más que listo, lo recibió con una ovación enorme. Roberto apareció tranquilo, sonriente, vestido con un elegante traje azul y camisa blanca. Por un tema en la rodilla, ofreció todo el show sentado, pero eso no impidió que conectara de lleno con su gente. “Hoy no podré bailar ni zapatear… estaré como niño bueno”, dijo entre risas, robándose las primeras carcajadas de la noche.
Desde que arrancó con “Emociones”, quedó claro que el viaje iba a ser poderoso. Con su voz suave y su estilo clásico, Roberto fue desfilando sus más grandes éxitos: “Qué será de ti”, “Cama y mesa”, “Propuesta”, y muchos más que hicieron cantar, suspirar y hasta llorar a más de uno.
Uno de los momentos más especiales fue cuando tomó su guitarra y tocó “Detalles”, esa canción que todos hemos cantado alguna vez pensando en alguien. El silencio en la Arena era total, solo interrumpido por coros suaves y suspiros de los asistentes que simplemente se dejaron llevar.
Pero no todo fue sentimentalismo. Roberto también sacó su lado divertido. Antes de cantar “El gato que está triste y azul”, bromeó diciendo que nunca la tradujo al portugués porque en realidad “nunca entendí la canción… ¡jamás he visto un gato azul ni uno que vuele!”. La gente se soltó a reír, porque sí, además de romántico, el señor tiene buen humor.
Más adelante, llegó un homenaje inesperado pero hermoso: “Solamente una vez” de Agustín Lara, que interpretó con muchísimo respeto y cariño. Justo antes, se acercó a la orilla del escenario para repartir rosas blancas, ese clásico gesto suyo que desató gritos, lágrimas y una que otra historia que seguramente se contará por años.
El cierre no pudo ser mejor: “Amigo”, “Un millón de amigos” y “Jesucristo” cerraron la noche con toda la emoción a tope. La gente cantaba como si estuviera en casa, con una energía que llenó cada rincón del lugar.
Fueron más de dos horas de show en las que Roberto Carlos demostró por qué sigue siendo una leyenda viva. A sus 83 años, no solo sigue cantando con el corazón, sino que logra algo que muy pocos artistas pueden: hacerte sentir parte de algo íntimo, personal, casi mágico.
Porque sí, esa noche en la Arena CDMX no fue solo un concierto. Fue un abrazo musical, una noche para recordar que el amor y la buena música nunca pasan de moda.
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