Texto: Jorge Gonzalez
Jean-François Richet propone regresar a tiempos más sencillos en las películas de acción, la trama para nada complicada podría haber estado escrita en los 90s, Gerard Butler parece haber encontrado un nicho de películas de acción que funcionan en un nivel que trae su propia nostalgia por las del siglo pasado y que por tanto son bien recibidas, quizá lo notable de la cinta es que Butler toma un asiento de co-piloto (A pesar de ser el Capitán en la trama) frente a Mike Colter que se encarga de la acción clásica de la cinta de manera más que elegante una vez que llegamos a ella. La dupla funciona mientras golpea nota por nota los beats clásicos de las cintas de este género en tiempos menos complicados -con un par de giros que permiten sorpresas contenidas no mucho más que eso.
Butler interpreta a un piloto de aerolíneas comerciales que vuela un avión con pocos pasajeros y una misión especial por sobre una tormenta, las vicisitudes para sortear esa tormenta causan algunas bajas y les llevan a zonas nada seguras, donde la personalidad del misterioso pasajero interpretado por Colter ayudará a la tripulación a sobrevivir los peligros de la isla -aunque Butler tiene una escena o dos para brillar de una manera visceral cuyo trabajo de cámara -así como los celulares de algunos pasajeros- nos recuerdan que esta cinta no fue creada a fines del siglo pasado y por alguna razón la vemos 23 años después.
El público de la función estaba bastante entregado a la acción frenética si bien limitada a menos de la mitad de la cinta, la trama primero parece bien armada para colocar a los personajes en la situación, aunque al final puede volverse increíble para permitir la desquiciada secuencia final.
El asunto es que si uno se permite perderse entre los enemigos que se dan a odiar sin complicaciones, las frases tan conocidas, los beats que ya sabemos pero no hemos visto tanto desde que Stallone, Van Dame y compañía dejaron de dominar la cartelera; se puede encontrar en Plane una aventura disfrutable, no una gran pieza de cine, sino un espectáculo digno de verse con palomitas en las manos y la suspensión de credibilidad al máximo -al menos eso creería no solo por mi propia reacción sino por las risas, los aplausos abundantes tanto en momentos específicos de la acción como durante los créditos.