Texto: Deftone
Fotografías: OCESA / José Jorge Carreón
El Teatro Metropólitan fue testigo de un viaje sonoro y emocional en toda regla. La noche del 31 de octubre, Benny Ibarra presentó su espectáculo Nacer una vez más, una propuesta concebida como una experiencia conceptual dividida en cinco actos Renacer, Reconciliación, Introspección, Desprendimiento, Esperanza y Hasta pronto, que recorrió con precisión y emotividad más de cuatro décadas de trayectoria. El concierto, estructurado con la lógica de una suite pop contemporánea, combinó virtuosismo técnico, sensibilidad interpretativa y una puesta en escena de sobria elegancia.
Desde los primeros acordes de “Nacer una vez más”, el público entendió que no asistiría a un simple repaso de éxitos, sino a un manifiesto artístico. El tema, con su introducción de guitarras acústicas en compás compuesto y una base rítmica de pulso constante, sirvió como obertura luminosa. “Luna” y “Cúbreme de ti” consolidaron esa atmósfera introspectiva, donde las armonías vocales y el fraseo melódico evocaron el pop sofisticado que Benny domina con naturalidad. Con “Siente el fuego” y “Somos amor”, el artista desplegó un sonido más eléctrico, cercano al soft rock de los noventa, pero con arreglos actuales que realzaron el groove y la espacialidad del sonido.
El bloque de Reconciliación fue uno de los más emotivos. “Cada mañana” sonó con un tempo ligeramente más lento que en su versión de estudio, lo que permitió acentuar el peso lírico del tema. En “Uno”, Benny alcanzó uno de los momentos vocales más finos de la noche: fraseos precisos, dinámicas contenidas y un crescendo emocional que desembocó en un coro multitudinario. “Más de ti” y “Cada paso” confirmaron su capacidad para construir melodías que equilibran sofisticación y accesibilidad, mientras “Calaveras” con su percusión marcada y arreglos corales aportó un matiz casi ritual, muy acorde con la fecha. El cierre del bloque con “Perder/Fuego/Perder” fue un ejercicio de teatralidad sonora: la banda entró en un diálogo de tensiones y resoluciones, alternando texturas de guitarra eléctrica con atmósferas de sintetizador, en una clara exploración de las posibilidades del pop progresivo.
En el acto de Introspección, con “Om”, el concierto alcanzó su punto más etéreo. La canción fue interpretada con una instrumentación mínima solo voz, teclado y efectos ambientales, generando un momento de comunión y silencio colectivo. Luego vino Desprendimiento, donde Benny reintrodujo la energía con una secuencia de temas que viajaron entre la nostalgia y la celebración. “Tonto corazón” y “Vives en mí” recuperaron la esencia del pop melódico noventero, mientras que “Sutil dolor” y “Sin ti” mostraron su faceta más soul. “Vuela” y “Mía”, con arreglos más orgánicos, fusionaron folk y pop con una precisión tímbrica notable, destacando los arreglos de cuerdas y los matices vocales.
El segmento de Esperanza funcionó como clímax emocional. “Llueve luz” y “Si puedo volverte a ver” condensaron el mensaje espiritual del show: la vida como proceso de transformación constante. “Cielo Slow” y “Cielo 2002” cerraron esa parte con un tono contemplativo, reinterpretando sus clásicos desde una madurez interpretativa y sonora que el público recibió con ovaciones de pie. En “Cielo 2002”, la banda jugó con dinámicas jazzísticas y un cierre instrumental en fade que prolongó el eco del tema en la memoria del auditorio.
El encore bajo el título Hasta pronto llegó con “Estoy” e “Inspiración”, dos piezas que funcionaron como epílogo y despedida. Benny regresó solo con su guitarra para “Estoy”, en una interpretación desnuda, sincera, casi confesional. “Inspiración”, en cambio, fue una celebración coral: toda la banda, el público de pie, y un último acorde que pareció suspender el tiempo.
En términos técnicos, el sonido fue impecable: mezcla balanceada, panorámica cuidada y un manejo de dinámicas que permitió transitar de la intimidad al éxtasis sin artificios. Benny Ibarra demostró que sigue siendo un músico en plenitud creativa, dueño de un lenguaje propio que se alimenta del pop, el rock, la canción de autor y la experimentación armónica. Su concierto en el Metropólitan no fue solo una celebración de carrera, sino una declaración estética sobre la posibilidad de reinventarse sin perder autenticidad. Una noche donde la música, la memoria y la emoción confluyeron en un mismo acto de renacimiento.






