Texto: Deftone
Fotografías: Deftone
El Auditorio BB fue testigo de una de las noches más explosivas del año con el regreso triunfal de Pabllo Vittar a la Ciudad de México. En plena efervescencia del Pride Month, la drag queen y estrella global brasileña convirtió su presentación en una celebración desbordada de identidad, ritmo y resistencia queer. Desde los primeros beats, Vittar no solo reafirmó su posición como ícono del pop latino y la música electrónica tropical, sino que además demostró que su vínculo con el público mexicano va más allá del espectáculo: es una conexión íntima, vibrante y profundamente emocional.
El escenario se transformó en un carnaval de luces neón, vestuarios de alto impacto y coreografías que fusionaban sensualidad, precisión técnica y tradición brasilera, envueltas en una estética drag que, como siempre, desafiaba los límites normativos del pop convencional. El setlist fue un recorrido enérgico por sus éxitos más representativos, entre ellos “Amor de que”, “Disk Me”, “Sua Cara” y “Ai que calor”, además de rolas de su más reciente producción Batidão Tropical Vol. 2, lanzada en 2024. Cada track fue recibido con euforia por un público que no dejó de corear, bailar y ondear banderas de colores durante todo el show.
Acompañada por DJ Bruja Prieta y Guapis como actos de apertura, la experiencia arrancó desde antes de que Pabllo pisara el escenario. Una selección musical afilada y cargada de beats latinos y house queer preparó el ambiente perfecto para lo que estaba por venir. Ya entrada la noche, Vittar apareció entre humo y luces estroboscópicas, dando inicio a un ritual de liberación colectiva donde el sudor, la lentejuela y el autotune bien puesto fueron protagonistas.
Más allá del espectáculo visual y sonoro, el concierto también funcionó como una plataforma política. Pabllo no dejó pasar la oportunidad de agradecer el amor de sus fans mexicanos, mientras compartía mensajes de empoderamiento y libertad. En un momento especialmente emotivo, habló sobre la importancia de abrazar la propia identidad en un mundo que aún margina a las disidencias. No fue solo un concierto, fue un manifiesto en clave pop, una fiesta de resistencia donde cada beat llevaba impreso un mensaje: ser quien eres, con orgullo, sin miedo.
Lo de Pabllo Vittar en el Auditorio BB fue un statement: que el pop queer no solo tiene espacio en la escena latinoamericana, sino que lo domina con fuerza, estética y autenticidad. En un escenario donde confluyeron el arte drag, la música electrónica, el funk carioca y la comunidad LGBTQ+, lo que ocurrió esa noche no se puede etiquetar solo como un show. Fue un acto de comunión entre artista y audiencia, un ritual pop de liberación donde se bailó, se gritó, se lloró y, sobre todo, se vivió con intensidad. Vittar no vino a ofrecer un show cualquiera: vino a dejar huella. Y lo logró.
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